ENCARNITA POLO por ANTONIO MONTIEL
Poco tiempo después de asentarme en Madrid allá por el año 1987 se presentaba en la capital, en la famosa Sala Windsor, (hoy como tantas, tristemente desaparecida) el dúo humorístico “Los Morancos de Triana”, y mi querido amigo Miguel Caiceo me invitó a asistir al debut. Eran tiempos de asombro y de ganas de bebérmelos a grandes sorbos, para mí. Madrid era la meta de todo artista que quería salir de las provincias sin horizontes y yo estaba dispuesto a no desperdiciar ninguna oportunidad.
Aquella noche de verano se respiraba un ambiente especial en la Gran Vía madrileña, los bares y cafés estaban abarrotados y entre los grupos de gente, sentada en una terraza, me percaté de su presencia. Efectivamente era Encarnita Polo, la famosa cantante que tantas veces había visto en televisión durante los gloriosos años 70. Hacía tiempo que no sabía de ella, pero siempre guardé una especial simpatía por su imagen tan carismática y característica y de pronto, encontrármela en persona, me llenó de inquietud e ilusión.
Fuimos presentados por Caiceo y al final resultamos ser casi vecinos, pues vivíamos muy cerca el uno del otro en la castiza zona de Chamberí.
He de decir que Encarnita, es hoy en día para mí, como alguien de mi familia. Hemos consolidado una buena amistad a través de todos estos años y sigo manteniendo por ella esa admiración del principio, aún a pesar de conocerla bastante bien.
Nuestro país siempre fue difícil y nunca fueron valorados los artistas como muchos merecen. Primero se suben y luego son despeñados u olvidados. Aunque este no es el caso, Encarnita pudo haber hecho desde luego una mejor carrera.
Con una personalidad única y una forma de cantar especial, la Polo se distinguió en un género creado especialmente para ella, el flamenco-pop. Adolfo Waitzman, célebre compositor y arreglista argentino, fue el culpable de éxitos como “Paco Paco” o “Pepa Bandera” que llevarían a la cantante a altas cimas de popularidad a comienzos de los 70, pero también fue el culpable de su desdicha personal, pues un conflictivo y destruido matrimonio la dejaría marcada para siempre en el terreno sentimental.
Hay que destacar de todo lo negativo de ese periodo el nacimiento de su hija Raquel, que constituiría el apoyo y soporte de Encarnita como eje central de su vida.
Sinceramente creo que esta mujer, que hizo de las pelucas su símbolo de identidad más destacado en su aspecto físico, tiene un talante de verdadera estrella. Derrocha simpatía y es amiga de sus amigos y con poco, sabe sacarse tal partido, que ya lo hubiese querido para ella, la mismísima Evita Perón.
Moderna adelantada, con aire de francesa y una figura espectacular rompió moldes en su momento, después muchas la copiarían. Los pómulos prominentes y la boca generosa fueron detalles de un rostro que jamás pasaría desapercibido, más aún en una época en la que estos rasgos no estaban de moda. Sin embargo, su extrema inseguridad, le ha pasado factura en más de una ocasión y posiblemente limitó una andadura que pudo ser muchísima más productiva.
Poca gente conoce sus enormes posibilidades como cantante, pues lo que siempre fue difundido de su trabajo no estaba a la altura de un potencial que sin duda posee y que ha dejado en pequeñas huellas, grabadas en algunos de sus discos. También en la interpretación pudo haber tenido su buen hueco y aunque participó en cine y teatro, nunca le llegó la oportunidad de demostrar sus singulares dotes de actriz.
Todavía está muy a tiempo, por eso quise retratarla con una imagen eterna, cual diva hollywoodense con turbante a lo Carmen Miranda, pues no existe nadie en este país que le caiga mejor cualquier adorno en la cabeza que a la simpar Encarnita Polo.
A todo esto tengo que decir que es una de mis mejores amigas y que hemos compartido muchísimos momentos.