La sostenibilidad no es una nueva moral en la que haya que educar. Es la condición necesaria de supervivencia que estamos ignorando de forma imprudente como especie. Ningún animal o planta genera productos capaces de atentar contra su integridad propia como lo hace el ser humano.
El ser humano con el uso alocado de la tecnología de la que sale a mansalva de su raciocinio se ha cegado. Ahora, por ejemplo, envenenamos nuestros hogares con todo tipo de productos tóxicos, por cierto autorizados y legales la mayor parte. Debemos ser más cautos cuando implantamos sistemas tecnológicos de los que no somos incapaces de valorar sus riesgos para el futuro como sucede con la energía nuclear y sus residuos (por no decir riesgo de accidente).
La edudación ambiental es clave y hay muchos métodos y propuestas. Pero sobre todo esta no debe desvincularse de la realidad cotidiana. Quizás sea importante acostumbrar a los más pequeños, por ejemplo, a leer las etiquetas de consumo: que si lleva edulcorantes artificiales o productos que envenenan las agua, etc.
Pequeños actos de ahorro energético que podemos hacer en familia
El aprendizaje verdadero de los niños se basa en la comparación. Los cambios se adoptan cuando tras comparar podemos ver los resultados. A menudo muchos programas de educación ambiental dan muchos consejos y pocas prácticas. Muchas familias se quejan de que algunos niños no hay manera de sacarlos de la ducha de agua caliente. ¡Y como no si es un placer! Por tanto, para cambiar cada comportamiento hay que encontrar la comparación con la que puedan comprender que la renuncia propia provoca una ganancia a un semejante o al entorno global.
Cuidar la alimentación infantil
Sabemos perfectamente que cuando quiebre la vida, la materia que la soportaba inicia un proceso de degradación. Cuando cosechamos unos tomates, al cabo de pocas horas comienzan a perder parte de sus propiedades y los mismo con la carne de un animal. La tecnología alimentaria retrasa estos procesos de degradación natural, ya sea con frío o productos químicos (retardantes de la maduración, etc.).
El contacto con la naturaleza fundamental para el crecimiento emocional de los niños
Dedicar tiempo a sorprender a los niños con los misterios de la naturaleza es el salvoconducto para no quedar abducidos por el letal materialismo. Cultivar el sentido de cautivarlos por la naturaleza es el mensaje que nos legó la precursora del ecologismo moderno, la bióloga Rachel Carson. En su libro El sentido del asombro (The sense of wonder), ya dejaba claro en los años cincuenta que: “aquellos que contemplan la belleza de la tierra encuentran reservas de fuerza que durarán hasta que la vida se acabe”.