A pocos días de que se cumpla todos los deseos navideños y con la llegada de Santa Claus, queremos indagar de donde viene el mito y leyenda que año tras año nos hace esperar la noche del 24 de diciembre con gran expectación.
Hay muchas versiones de las leyendas que hoy día conocemos, desde el estilismo que reina en todas las imágenes publicitarias, hasta el significado de la misma.
Desde la historia cristiana, San Nicolás falleció el 6 de diciembre del año 345. Puesto que esa fecha está muy próxima a la Navidad, se decidió que este santo era la figura perfecta para repartir regalos y golosinas a los niños el Día de Navidad. Desde el siglo VI, se empezaron a construir templos en su honor y en 1087 sus restos fueron llevados a Bari, en Italia.
El aspecto de San Nicolás de Bari era muy distinto al que se le atribuye hoy: tenía complexión delgada y era de gran estatura. Y el hecho de que lo representen siempre con una bolsa y tenga la fama de repartidor de regalos se debe a que, en cierta ocasión, el santo tuvo conocimiento de que la hija de uno de sus vecinos iba a casarse y su padre no tenía dinero para la dote, por lo que decidió entregarle una bolsa con monedas de oro. Así, la boda pudo celebrarse y, desde entonces, cobró fuerza la costumbre de intercambiar regalos en Navidad.

Posteriormente, en el siglo XII, la tradición católica de San Nicolás creció por Europa, y hacia el siglo XVII emigrantes holandeses llevaron la costumbre a Estados Unidos, donde se suele dejar galletas o pasteles caseros y un vaso de leche a Santa Claus.
Por cierto, como curiosidad, el nombre Santa Claus se creó a raíz del nombre del santo en alemán, San Nikolaus. De ahí saldrá lo de ‘Claus’. A su lado siempre acompañado por Krampus, es una criatura del flolklore de países alpinos. Según la leyenda, esta criatura (demoníaca en apariencia) castiga a los niños malos en contraste con San Nicolás, quien premia a los niños buenos con regalos.

Distinta es la representación que dos décadas más tarde, en 1823, el poeta Clement Clarke Moore hizo del Santa Claus de Irving. En este caso, definía al personaje navideño como un duende enano y delgado. Como ahora, el duende regalaba juguetes a los niños la víspera de Navidad y conducía un trineo tirado por renos. Si vemos más de cerca la imagen, hace su primera aparición el entrañable Rudolph.

En 1931, Coca-Cola encargó a Haddon Sundblom rediseñar a Santa Claus con los colores de la compañía. Y, según cuenta la leyenda, así se ha quedado. De color rojo y completamente pagano, muy alejado del color verde y las cruces que le caracterizaron antaño. El poder de una multinacional que cambio el símbolo de la Navidad para miles de niños en todo el mundo. Esto consiguió que, además de ser un personaje entrañable de la Navidad, Santa Claus se convirtiera en casi una marca publicitaria, una garantía de éxito que las empresas podían utilizar para llamar la atención de los niños sobre sus productos.
De hecho, como el investigador C. Michael Hall explica en su artículo titulado ‘Santa Claus, place branding and competition’ Santa Claus se ha convertido en la marca más potente del mundo. A menudo, se utiliza como un reclamo para promover el turismo navideño a zonas urbanas.

A día de hoy, la historia cuenta que Papá Noel vive en el Polo Norte acompañado de la señora Noel y de un grupo de duendes que son los encargados de fabricar los juguetes que desean los niños de todo el mundo. Cuando llega la noche del 24 de diciembre, Papá Noel carga todos sus regalos en un saco y recorre el mundo dejando los regalos de los niños debajo del árbol de Navidad.

Leyenda pagana o no todos tenemos algo en común, son fechas de demostrar amor por los nuestros, desear lo mejor para el año que entra y ser felices.
Feliz Navidad